No creo que la nostalgia sea un lugar tan inhóspito para vivir como algunos insisten en repetir. Cada era tiene, además, la suya propia a disposición del consumidor. Coincidiendo con el año de la capitalidad gastronómica de Oviedo, añoro restaurantes que ya no están y de gran recuerdo para los ovetenses, en cuanto a cocina, servicio e innovación. Me vienen a la cabeza el Marchica como punto de reunión en la barra y de cierta opulencia en su salón rojo; el Logos, convertido en el gran asador del centro de la ciudad, y el innovador Cabo Peñas, que estrenó el tapeo en las ahora tan habituales mesas altas y que entonces representaban una rabiosa novedad. No hay que remontarse tan atrás si se trata de Conrado, uno de los comedores emblemáticos de Oviedo, que sigue en el mismo lugar pero sin ser el que conocimos con los Antón y que dejó de existir hace unos años.